miércoles, 29 de enero de 2014

UNA VISITA A NUEVO BAZTÁN


Ocurre a veces que el exceso de material del que se dispone excede a las posibilidades del escritor a la hora de enfrentarse con la media docena de cuartillas que tiene previstas para el trabajo que piensa realizar; lo normal suele ser que ocurra lo contrario. Pues a la vista de las notas que tomé en mi libreta de apuntes y de los folletos que me facilitaron en el Centro de Interpretación, pienso que tengo información suficiente como para escribir un libro -bastante interesante, por cierto-, lo que no es mi propósito. Así que me encuentro en la complicada situación de tener que resumir, después de un corto viaje a un lugar, cercano a nosotros, que bien vale la pena conocer.
            Nuevo Baztán, nuestro protagonista de hoy, viene a caer a unos quince kilómetros de distancia de Mondéjar y a veinte de Alcalá en direcciones distintas. Se trata de un palacio del siglo XVIII, con una iglesia anexa, fundados y mandados construir por un navarro insigne, don Juan de Goyeneche y Gastón, con la participación personal por cuanto a lo artístico de otro notable de su tiempo, don José Benito de Churriguera. La finalidad inicial de su fundación no fue otra que la de llevar a efecto, por primera vez en España, las teorías económicas de la Francia del XVII en aquel lugar, amplísimas en contenido como proyecto, pero que han pasado a la historia como un fracaso debido a las tendencias socioeconómicas que le siguieron y que acabarían con que aquel complejo fabril en poco más de medio siglo. Muy pronto fue apareciendo en torno a estos monumentales edificios, lo que sería el primer poblado de trabajadores y empleados del naciente Nuevo Baztán, así como toda la serie de fábricas que completaban el qué y el porqué de tan grandiosas las instalaciones. Fábricas de de sombreros, de paños, de jabón, de vidrios finos, de papel, de munición, de aguardientes, y de tantos productos más, como correspondía a tan admirable complejo, cuyo funcionamiento pudo durar desde el año 1715, en el que se instalaron las fábricas de sombreros, de munición y textiles, hasta el 1778 que fue cuando se produjo el cierre de las últimas fábricas de papel, sombreros y aguardientes.
            El personaje central de toda esta historia, don Juan de Goyeneche, nacido en Arizcun, Valle de Baztán. Ejerció en vida como Tesorero de las reinas mariana de Neoburgo, esposa de Carlos II, y de María Luisa de Saboya e Isabel de Farnesio, esposas de Felipe V: Fue señor de Belzunce en Navarra, y de Illana, Saceda, La Olmeda y Nuevo Baztán, asentista de la Marina y fundador de “La Gaceta de Madrid”, que más tarde pasaría a ser el “Boletín Oficial del Estado”. Su palacio en la madrileña calle de Alcalá es ahora la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En memoria de su tierra natal fue cofundador de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, encargada de organizar cada año la Javierada en Nuevo Baztán. Falleció en su palacio del Nuevo Baztán en 1735 y fue enterrado en la cripta de su iglesia.

            Al margen de la bellísima estampa de la iglesia y del palacio, obra magnífica en único conjunto, montados en piedra berroqueña bajo el soplo y la inspiración artística de José de Churriguera, el resto de lo que pudiéramos considerar como poblado residencial e industrial, señorial también del siglo de la Ilustración; al margen, digo, quedan solamente las viviendas tricentenarias y unas calles de añejo señorío en donde apenas vive gente -sesenta habitantes, me dijeron-, contando algún bar-restaurante, un surtidor de gasolina en la carretera y muy poco más. La plaza jardín, frente a la iglesia, donde he podido ver el pino más voluminoso que conozco, da a este noble lugar un ambiente propicio. El Centro de Interpretación y Museo queda en un lateral del Palacio, con la estatua en bronce del Fundador junto a la puerta de entrada.
            Tres torres se alzan sobre la magnífica portada barroca de la iglesia que preside desde su hornacina central una estatua en piedra de San Francisco Javier. Las tres torres rematan en artísticos chapiteles recubiertos con placas de pizarra. No me fue posible -y bien que lo sentí- conocer su interior, pues sólo se abre la puerta durante los actos de culto que coincidieron con mi estancia allí., ni era día de visita guiada, ya que entendí que las hay. Para evitar que esto ocurra conviene informarse previamente a través del Centro de Interpretación cuyo teléfono es el 91 873 6238. No obstante, puedo adelantarte que consta de una nave central con crucero, presbiterio y coro elevado con amplia balconada orientada hacia el altar mayor. El retablo, igual que la portada exterior está dedicado a San Francisco Javier, cuya imagen de exquisita concepción barroca lo preside. En el subsuelo de la iglesia existen dos criptas de distinto tamaño dedicadas a enterramientos. En la cripta menor se encuentra enterrado don Juan Goyeneche y otros miembros de su familia; la cripta mayor estuvo destinada a enterramiento de personas distinguidas de la población.
           
Del palacio sólo es posible ver la parte exterior, en fachada común con la iglesia y un torreón esquinero coronado con bolones de piedra. El arquitecto supo distinguir para su ejecución, entre servicio religioso y función civil en el aspecto de la fachada, dentro de un mismo conjunto. Conviene advertir que ambos edificios están comunicados por dentro, de tal manera que el palacio carece de capilla u oratorio, función que en su momento desempeño la propia iglesia. El patio del palacio, con portada en arco de medio punto sometida ahora a restauración es espacioso, tiene forma rectangular y se le conoce como Plaza de Fiestas. Según he podido saber fue en su momento el origen del poblado, donde empezaron a funcionar las primeras fábricas; ahora en evidente estado de semiabandono.
            Tan sólo me resta hacer una breve referencia final al Centro de Interpretación, puesto al servicio del visitante. Lo atendían cuando pasé por allí dos mujeres y un hombre; personas atentas, serviciales, y encantadas de que el visitante no se marche de allí sin un conocimiento más o menos completo de lo que antes fue y de lo que ahora es Nuevo Baztán. Enseguida me aconsejaron, junto con Andrés mi acompañante, que dedicásemos quince o veinte minutos a ver el audiovisual preparado para mejor conocer el sitio y lo más importante de su pasado. Ciertamente me gustó: riqueza de imágenes y un cumplido guión que van desarrollando dos buenos actores, vestidos de época, representando a don Juan de Goyeneche y a don José Benito de Churriguera. Sencillamente magnífico.

            En el museo se expone un buen surtido de instrumental y productos de los que allí se fabricaron, así como un pulcro maniquí ataviado al detalle con el uniforme de fusilero del Regimiento de Infantería de Lombardía, de 1718.

(En las fotografías: Iglesia, palacio, y estatua en bronce del fundador José de Goyeneche)