viernes, 24 de junio de 2011

J Á T I V A



Desde la casa de campo de los Granero en los altiplanos de Bixquert, zona residencial de verano para muchas de las familias de Játiva, con el mayor y el menor de los castillos setabenses en la media distancia, la ciudad va quedando a nuestros pies al caer la tarde mostrándose ante los ojos del observador como una de las más importantes estrellas del Levante español. Ahí tenemos a la antigua Saetabis adornada con todas las ínfulas de la ciudad moderna, tapizada en su entorno por el verde mate de las huertas y de los naranjales. Estamos en Valencia, amigo lector. Campo abierto hasta el mar cercano bajo un celaje blanquiazul, vaporoso, el cielo valenciano que inmortalizó y que glorificó Sorolla.
La viví y la conocí como Játiva, hoy es Xátiva, ¿qué más da? No es otra que la vieja urbe que pisó Aníbal, que dio dos papas (Calixto III y Alejandro VI) a la Iglesia de Roma; que es patria de uno de nuestros grandes pintores del Siglo de Oro, José de Ribera, El Españoleto, nacido en este lugar el mismo año en que moría en Pastrana la Princesa de Éboli; que fue cuna de la primera fábrica de papel que funcionó en Europa, hecho con paja de arroz; que la mandó incendiar Felipe V por haberse mostrado a favor del Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión, y bien que lo está pagando después de su muerte el desdichado rey, a la vista de su retrato expuesto a perpetuidad en el Museo Municipal del Almudí, colocado boca abajo; lugar de nacimiento, en fin, de una larga nómina de celebridades -además de los ya dichos- que prefiero omitir, ¡porque son tantos!, que tan sólo y en nombre de los demás citaré a uno sólo, a don Francisco de Paula Martí, inventor que fue de la taquigrafía.

Játiva es, que nadie lo dude, un de las más importantes ciudades no sólo de Valencia, sino de toda España. Fue sede episcopal en tiempo de los visigodos y capital de provincia durante el llamado trienio liberal (1820-1823). Todo lo dicho, y mucho más que sobre Játiva se podría decir, quedó como solidificado para la posteridad en lugares y monumentos que, como en la posible relación de personajes ilustres, siento la tentación de obviar, si bien me resisto a no hacer referencia a algunos de ellos, tan solo a cuatro, en representación de un conjunto que supera muy de sobra el número de veinte. Son éstos:

La Seu o Colegiata. Templo catedralicio de finales del siglo XVI, con crucero, girola y tres naves. En su museo se guardan algunas interesantes piezas pictóricas y de orfebrería, tales como las Tablas de San Sebastián y de Santa Elena, el cáliz de Calixto III, y la custodia mayor de Alejandro VI.
El Museo Municipal del Almudín, con una valiosa colección de pinuta barroca perteneciente al Museo del Prado; lienzos de Ribera, Del Mazo, Giordano, Vicente López, Benlliure entre otros, y el ya dicho Retrato de Felipe V.
La Real Fuente de los Veinticinco Caños. Construida hacia el año 1800 al gusto neoclásico, y dedicada en otro tiempo a abrevadero de caballerías.
El Castillo Mayor. Su origen es posiblemente romano. Conserva formas árabes y góticas en muros y torreones; de él merecen especial mención la llamada Puerta del Socorro, la capilla de la Reina María con la tumba del conde de Urgel y la que fuera prisión de los Reyes de Aragón. Singular mirador sobre los campos de su entorno, y estampas vivas de la Valencia histórica y monumental con alma propia.

(En la fotografía de A. Rovira "Panorámica de la ciudad de Játiva"