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lunes, 13 de febrero de 2017

ANDAR POR CASTILLA (XXII) COVARRUBIAS (Burgos)


         Castilla es ancha y diversa. Desde las montañas de Santander hasta Despeñaperros; desde los confines de la Manchuela en el bajo valle del Júcar hasta la Sierra de Gredos ya en los rayanos con la Extremadura, ancha es Castilla. La Castilla total, la que tantas veces y en tantas ocasiones dejó como marcado a fuego su nombre en las más célebres páginas de la Historia de España, es la que, con trabajo y paciencia, deseamos traer en pequeñas porciones a nuestros lectores con una periodicidad mensual probablemente. ¿Un homenaje a la tierra madre en toda su integridad...? Tal vez sí. ¿Un intento de recordar, o de dar a conocer lo que desde hace más de diez siglos fue el corazón de España...? Seguramente. ¿Un pretexto para viajar sin agobios por los lugares más entrañables de la vieja piel de toro...? De todo un poco.
         Andar por Castilla es algo muy serio. A Castilla -me dijo en cierta ocasión un conocido que no era de aquí- se la ama con pasión o se la aborrece. La oferta es amplia e interesante; cualquier sitio es bueno para quedarse allí, para hurgar en sus piedras, en las costumbres ya envueltas en ceniza de sus gentes, para hacer memoria sobre el propio escenario de un hecho importante que ya pasó, o para detenerse a mirar con los ojos de la cara y con los de la imaginación un paisaje en cuyos llanos se dio una batalla famosa, o el solitario pueblecito donde vino al mundo o acabó sus días un hombre famoso. Castilla está llena de motivos para celebrar.
        

        
           Iniciamos el recorrido hoy mismo. Lo hacemos con el orden y el respeto que esta tierra merece. Vamos a comenzar la andadura junto al sepulcro del conde Fernán González, el hombre que más hizo por la independencia de Castilla hace mil años cuando aún dependía de los reyes de León. Sus restos mortales descansan en el presbiterio de la colegiata de Covarrubias, allá por las vegas burgalesas del río Arlanza, donde se escribieron las páginas más antiguas de la historia de Castilla con cierta independencia, antes de que éstas se constituyesen en reino tras la victoria de los llanos de Tamarón, donde Fernando I derrotó a Vermudo III de León, con lo cual Castilla se inserta bajo corona en la vida política de la España Medieval a mediados del siglo XI. Pero antes, casi cien años antes, fue el conde Fernán González quien había dado el empujón definitivo a la autonomía castellana, lo que vino a proporcionarle por los siglos de los siglos carácter y personalidad propios, quedando de aquella manera ante la Historia como fundador o padre de esta inmensa región tan cargada de glorias pasadas, y ahora, ¡vaya por Dios!, de añoranzas y de abandonos a la sombra de tantas piedras, de tantos monumentos, de tantos sarcófagos nobilísimos, como es ejemplo señero el que en este momento, en la penumbra del presbiterio de San Cosme y San Damián de Covarrubias, tengo delante de los ojos: «AQUI YACEN LOS RESTOS MORTALES DE FERNAN GONZALEZ SOBERANO DE CASTILLA TRASLADADOS EN ESTE SU SEPULCRO DESDE EL EX MONASTERIO DE S.PEDRO DE ARLANZA A ESTA YNSIGNE REAL YGLESIA COLEGIAL EN 14 DE FEBRERO DE 1841». Junto a él, en un sepulcro hispanorromano del siglo IV, mucho más afiligranado y lujoso que el suyo, está el de su mujer, doña Sancha, traídos ambos del monasterio de San Pedro Arlanza donde se encontraban desde el día de su enterramiento, a consecuencia del despojo que llevó consigo la Desamortización. Las distintas capillas de la iglesia se encuentran repletas de sepulcros de infantas y de abadesas, bajo sus bellas estatuas yacentes de alabastro.

         En la plaza de doña Urraca aparece, macizo y acastillado el torreón que dicen de Fernán González, obra de a finales del siglo X y rodeado de matacanes en la parte alta. Una leyenda cuenta que en su interior fue emparedada y muerta una condesa llamada doña Urraca, tal vez hermana del conde García Fernández y viuda de Ordoño III. Resulta francamente evocadora esta plaza de la Covarrubias histórica y monumental, la agracia el crucero de piedra antigua que se alza en mitad y el portón en ojiva que más tarde le añadieron en la muralla.
         El Arco del Archivo del Adelantamiento de Castilla queda como fondo a una calle céntrica y muy transitada, al otro lado de la plaza de doña Sancha. El Arco del Archivo es obra renacen­tista, magnífica en prestancia y en ornamentación, levantado por orden de Felipe II en 1575, bajo proyecto de Juan de Herrera y ejecución del maestro Juan de Vallejo.
         Como casi todas las ciudades históricas, Covarrubias muestra al visitante infinidad de tiendecitas en sus calles, pequeños zocos donde se venden piezas de artesanía como recuerdo pensando en el turismo. En verano es un chorreo constante de forasteros el que pasa por allí. Los preparativos hosteleros son los adecuados, y la oferta a los ojos del visitante cumplida y original. Sus calles -siglos después de aquellas pasadas glorias- siguen siendo un ejemplo de la arquitectura popular castellana del XVI, que ha llegado hasta nosotros cuidada y uniforme. Viviendas blasonadas muchas de ellas, de paredes blancas con entramado, donde cuenta la vieja estructura de palitroques y adobe revestido con aleros oscuros y saledizos.



         Hay al salir un puente de piedra sobre el río Arlanza, que sirve de viaducto para tomar la carretera que al cabo de unos minutos de automóvil, con un pequeño puerto de cuestas y curvas de por medio entre ruda vegetación boscosa, pone al viajero en las inmediaciones de Silos, el monasterio del famoso ciprés y del canto gregoriano en pura esencia, que algún día deberemos visitar detenidamente, al menos por lo que en lejanos tiempos tuvo que ver con los inicios de la lengua castellana, y como contrapunto a éste otro de San Pedro de Arlanza, a diez o doce kilómetros de distancia desde Covarrubias, alzadas hoy sus ruinas sobre un bello paraje a la vera del río donde el conde Fernán González pidió ser enterrado; homenaje a una de las leyes más descabella­das y crueles que a veces imponen los poderosos para su cumpli­miento, y que supuso el expolio de gran parte de nuestro patrimonio artístico y cultural que se perdió para siempre, de lo que Castilla está sembrada de muestras venerables. A pesar de todo, antiguo e imponente, todavía se deja sentir por estos lugares el latido rítmico y lejano del corazón de España.