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martes, 16 de noviembre de 2010

CONOCER DAROCA



La villa de Daroca, es un lugar señero del antiguo reino de Aragón que como muy pocos vale la pena conocer
No he conocido la villa de Daroca hasta hace muy poco. Había oído hablar de ella en diferentes ocasiones, en distintos ambientes y bajo muy diversos puntos de vista. En todo caso, una vez vista, la idea que poseo acerca de aquel importante lugar del reino de Aragón, supera en mucho lo que creí de él hasta mi reciente visita.
España, amigo lector, está plagada de ciudades hermosas, jalones incomparables de nuestro pasado, de nuestro arte único, que no es preciso buscar fuera de nuestras fronteras en tanto no se las conozca. Daroca, la antigua Kalat-Daruca de los árabes, cuenta con todos los méritos que se precisan para ser una de esas ciudades a las que me refiero.
Se ha dicho que una buena parte de su popularidad y grandeza durante los últimos ocho siglos, se debe al hecho sobrenatural ocurrido en una de sus iglesias en el invierno del año 1239, y del que todavía son testigos sus famosos Corporales. Es verdad. En Daroca casi todo gira en torno a aquel acontecimiento sublime, a la repercusión que tuvo en la cultura de su tiempo y a los infinitos beneficios que por ello la ciudad recibió de reyes y magnates. El carácter abierto y acogedor de sus gentes y los acreditados productos de su ribera (la del Jiloca), han contribuido a través del tiempo a engrandecer, enriquecer, y a convertir el sitio en una ciudad muestrario.
Torres y murallas, elevadas puertas de acceso cargadas de siglos, arcadas y pórticos en sus iglesias procedentes de períodos distintos de su historia, van tramando sobre el variopinto cañamazo de la vega la imagen señorial de esta Daroca que acabamos de conocer. Como ciudad antigua registra en su historia el hecho de haber acogido al cabo de los siglos en distintas ocasiones las Cortes de Aragón, incluso se llegó a regir por su propio fuero, desde el siglo XIV en que el rey Pedro IV creyó oportuno concederle un modelo distinto al de los demás, con ciertos privilegios, para desenvolverse.
Antes de todo aquello había tenido lugar el hecho sobrenatural de los Corporales, acontecimiento simpar que habría de tener a partir de entonces, como ya se ha dicho, ancha y profunda repercusión en el devenir de la villa. Para las gentes de Bajo Aragón el misterio es harto sabido. Para los demás, entre los que tal vez tú te encuentres, amigo lector, no lo sea tanto; y por ello me limito a transcribir literalmente lo que se dice en el reverso de una estampita que suelen ofrecer en su capilla cuando se visita el Sagrado Lienzo. Dice así: "El 23 de febrero de 1239, tropas de Daroca, Teruel y Calatayud se disponían a conquistar a los moros el castillo de Chío, en Luchente (Valencia). El capellán de Daroca, don Mateo Martínez, celebraba momentos antes la Misa; un ataque sorpresa del ejército musulmán obligó a suspenderla, ocultando el sacerdote las Sagradas Formas bajo unas piedras del monte. Rechazado el ataque, encontraron las seis formas empapadas en sangre y pegadas a los corporales. Dios obsequió a Daroca con la suerte de los Sagrados Corporales, vinculados a la historia de la Ciudad al caer muerta ante su Puerta Fondonera la mula portadora de los mismos; fue un 7 de marzo de 1239. La Iglesia Colegial de Sta. María conserva desde entonces el Santísimo Misterio, en cuyo relicario puedes adorar las Seis Hostias Santas. El Corpus Christi es fiesta de Daroca y salida procesional del SSmo.Misterio."
El texto anterior es completo, aunque breve lo dice todo. La capilla en donde se encuentran los Sagrados Corporales ha sido restaurada en época reciente. Se trata de un bello muestrario de formas e imágenes correspondientes al arte gótico español de la época de los Reyes Católicos. Por cierto, que entre los muchos enseres, todos interesantes: vasos sagrados, documentos, vestimentas litúrgicas, cruces procesionales y demás que pueden verse en el museo de Santa María, se encuentran sendos cuadros representando a los Reyes Católicos que, según se nos dijo, son los más antiguos que se conocen de la real pareja, y por tanto tal vez también se trate de los más auténticos. A destacar, aparte de los Corporales y del Museo, el magnífico baldaquino del siglo XVI, o soberbio dosel sostenido sobre cuatro columnas salomónicas, que cubre una estupenda imagen en alabastro blanco de la Asunción de la Virgen, muy al gusto de los grandes templos aragoneses de aquel tiempo.
El resto de motivos que hay en la ciudad, donde perderse, lo forman su muralla, con tres kilómetros de cerco en torno al pueblo antiguo y casi cien torres defensivas a todo lo largo; las dos puertas, a saber, la Puerta Fondonera en la parte alta, y la Puerta Baja, altísima, del siglo XV, junto a la que puede verse y ser admirada la fuente de los Veinte Caños, construida en el siglo XVI, y muestra elocuente de la generosidad de aquel terreno en el brotar líquido de su suelo, que no es única, pues algo más arriba, en una estupenda plaza jardín, la de Santiago, que preside el busto en bronce de un hijo notable, el exministro Navarro Rubio, las aguas cuelgan escalonadas sobre la vertiente, dando al rincón un aspecto único, inesperado.
La Iglesia de San Miguel, románica del siglo XII, donde suelen darse de tarde en tarde conciertos de música sacra; la de San Juan Bautista, construida un siglo después sobre el mismo estilo, no lejos de la anterior en el barrio que dicen de San Valero; la Casa de don Juan de Austria, que fue propiedad de la familia Luna, y "La Mina", son monumentos recomendables para conocer ante un posible viaje a Daroca. La Mina es una galería larguísima, abierta en la roca de una montaña, techada con bóveda de medio cañón, que la ciudad se vio obligada a construir en el siglo XVI para canalizar el agua.
Ahí queda, pues, la mítica Ciudad de los Sagrados Corporales, muy a nuestro alcance. Acento en el hablar y corazón baturro en sus cerca de tres mil habitantes de derecho, y en su cocina la sabrosa menestra de verduras del valle del Jiloca, las ensaladas, las judías con chorizo y oreja, el jarrete de cordero y el lechazo. A destacar los "panetes", tortas de harina y aceite que rellenan con huevo duro o conservas. De vino para asistirlo, naturalmente que el tinto de Cariñena, recio y ahuyentador de penas y pesares, como canta la copla.

(En la fotografía, torres y arco de la Puerta Baja, Siglo XV)

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