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miércoles, 16 de junio de 2010

SAN CLEMENTE



Muy cerca de los siete mil habitantes cuenta hoy como población de hecho la segunda en importancia de las villas que la provincia de Cuenca tiene en tierras de la Mancha. La primera sería Tarancón, según el censo. Una de las ciudades menos conocidas de nuestra región, ésta de San Clemente, y una, en cambio, de las que más tienen que decir, por lo que consideramos oportuno presentarla en este escaparate de papel de prensa que, con una periodicidad indeterminada, traemos a nuestros lectores en esta sección de andar y ver por las tierras de nuestro contorno, ordinariamente provincial, y regional de manera extraordinaria como es el caso que hoy nos ocupa.
Los modernos medios de transportes son rápidos y cómodos, de ahí que procuremos ampliar, también en la distancia, las rutas de lo que consideramos nuestro. Castilla-La Mancha es una comunidad autónoma consolidada, y buena cosa es que hagamos lo posible, cada cual en lo que esté de su parte, por conocerla y, si se cuenta con medios, también por darla a conocer.
El río Rus, manchego de nombre y de condición -¡Voto a Rus!, dice Sancho alguna vez en El Quijote- es parte de la vida de San Clemente y, desde luego, enseña de su origen, de su manera de estar, incluso de sus devociones más arraigadas como veremos después.
Hubo autores de la importante cantera de historiadores conquenses que dejaron en sus escritos al referirse a esta villa manchega -Fermín Caballero y Torres Mena entre ellos- noticia de una lápida antiquísima, desaparecida quizás a consecuencia de las guerras, en la que se podía leer. "Aquí yace el honrado caballero Clemente Pérez de Rus, el primer hombre que hizo casa en este lugar e le puso el nombre de San Clemente. Falleció en la era del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, mil y ciento treinta y seis años". Siglo XII, como puede verse, y Clemente de nombre su fundador que puso al recién creado caserío el del santo de su onomástica. Nada queda de aquel primitivo caserío en la villa actual, pues lo más antiguo que subsiste como monumento, quiero recordar que la que allí dicen la Torre Vieja, antigua, señorial y almenada, que es probable se construyera en la primera mitad del siglo XV, siendo rey de Castilla Juan II y señor de aquellas tierras don Juan pacheco, Marqués de Villena, quien consiguió para San Clemente el título de villa en el año 1445.
Pero es, sobre todo, la ciudad tal y como ahora la vemos lo que en este momento nos interesa. El San Clemente con el que dio comienzo el siglo XXI es una ciudad próspera, cuyos recursos son especialmente destacables para el vivir diario de sus habitantes los que se derivan de la agricultura, sobre todo del cultivo y explotación de la vid, del ganado, del comercio y de los servicios. Fue, y todavía lo sigue siendo, cabecera de partido judicial y capitalidad de una comarca extensa, lo que se deja sentir de manera especial en el comercio. Una de sus calles céntrica, la calle Boteros, peatonal, tiene a derecha e izquierda establecimientos comerciales de todo tipo ocupándola en toda su longitud. En el extrarradio son varias las factorías y cooperati­vas que existen en pleno funcionamiento, de las que se surten a lo largo del año, casi sin excepción, todos los pueblos de la comarca, especialmente por cuanto se refiere a la fabricación y elaboración de vino, productos alimenticios, y talleres mecánicos orientados a la venta, tratamiento y reparación de maquinaria agrícola. En los hoteles, mesones y restaurantes de San Clemente, como en casi todos los de la tierra manchega, a uno le pueden servir a la hora de comer, si así lo desea, lo más selecto de la cocina tradicional de aquellas tierras, a saber: morteruelo, atascaburras de bacalao, migas ruleras, gazpacho y pisto manchego, además de cualquier plato de la cocina nacional propio de otras regiones, y como detalle de su exquisita repostería, la famosa tarta de las monjas clarisas; productos todos ellos con cierta reminiscencia quijotesca, sabrosos, fuertes y atrevidos, como lo es por lo general la cocina manchega, tal vez la más conocida a nivel internacional de todas las cocinas españolas debido, claro está, a la universal obra de Cervantes.
Dignos de ser visitados en San Clemente son, entre algunos más, el edificio del Ayuntamiento, obra renacentista del siglo XVI, con dos plantas y dos series superpuestas de siete arcos cada una, y escudo real como remate en el centro; la iglesia parroquial de Santiago; la iglesia de la Compañía de Jesús; el Pósito, con el majestuoso, aunque mal llamado, "arco romano", pues data del siglo XVII; la ermita de la Cruz Cerrada, el convento de Trinitarias, el palacio del Marqués de Valdeguerrero, la antigua Audiencia Real... Todo un amplísimo escaparate de documentos en piedra que hablan del pasado esplendoroso de la villa y de las muchas familias de apellido ilustre que vivieron en ella.
Y así, traída a colación la nobleza sanclementina de otros siglos, es éste el momento de recordar a nuestros lectores en tierras de la Alcarria que, miembro de una de aquellas familias con tinte de nobleza, en concreto de la casa de los Quiroga, nació en San Clemente el 27 de abril de 1811 Lolita Quiroga Capopardo, en religión Sor Patrocinio, la venerable "Monja de las llagas", quien, después de una vida activa al servicio de Dios y de su Orden, encontró la muerte en Guadalajara a la edad de ochenta años, y aquí en nuestra ciudad, en una capilla lateral de la iglesia de las Concepcionistas Franciscanas (Iglesia del Carmen), reposan sus restos esperando la hora final al toque de trompeta.
A ocho kilómetros de distancia desde San Clemente se encuentra en pleno campo manchego el santuario de la Virgen de Rus, centro principal de devoción mariana para aquella comarca que la venera por patrona. Existe la costumbre de llevar a hombros hasta San Clemente a la imagen de la Patrona el domingo de Pentecostés, para ser devuelta a su santuario cuarenta días más tarde. Los cuatro banzos de subastan en el ayuntamiento, previo anuncio, y la puja sube a cifras que sobrepasan el millón y los dos millones de pesetas. Se forman grupos de veinticuatro banceros que se van turnando de cuatro en cuatro a lo largo del recorrido. Durante el resto del año, el santuario de Rus y las praderas de sus alrededores, son lugar de esparcimiento para las gentes de la comarca que acuden hasta allí con cierta frecuencia.
Ni qué decir que, como nota final a este haz de renglones escritos sobre la marcha, el deseo de quien lo dice es invitarles a visitar la Mancha del Rus, pieza importante en el puzle de nuestra región, y de paso invitarles sobre todo a que conozcan San Clemente, una villa del Siglo de Oro, enseña y capitalidad de todas aquellas tierras.

(En la fotografía, Plaza Mayor y Ayuntamiento de San Clemente)

1 comentario:

  1. En Torrelaguna Madrid de donde soy estuvo recluida en el Convento de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas la madre Patrocinio, que debió ser de aúpa, por orden del gobierno un par de veces, donde la visitaban nobleza y hasta la reina. Por lo que la debemos aparecer en documentos históricos e incluso en alguna novela de Benito Pérez Galdós, "Los duendes de la camarilla".
    Pero por otra parte en una de las visitas concretamente del Duque de Alba le entregó para su estudio un ejemplar "príncipe" de la BIBLIA POLÍGLOTA COMPLUTENSE que poseía el convento donado por el mismo Cisneros, que era de esta villa, dicha biblia de la que existen poquisimos ejemplares originales nunca fue devuelta.

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